viernes, 4 de julio de 2008

Las malas noticias y el periodismo

Por Andrés Ferrari.
Ensayo que escribí para la materia Problemática periodística. El título: "Sentate porque tengo que darte una mala noticia"

Problemática:
La actitud de la audiencia ante la agenda mediática condiciona al periodista en la búsqueda de la originalidad.

Actualmente, el periodista se ve condicionado porque, generalizando, el receptor, consumidor de mensajes, está amoldado a la manera en que informa la televisión en cuanto a forma y contenido. Sus características se repiten en los demás soportes, por los que en cualquier medio de comunicación masiva se apunta a lo mismo. El receptor, radioescucha o lector, es demasiado parecido al televidente. Ante ese público, y con la necesidad de que su mensaje sea recibido con agrado, que se convierta en preferible ante lo que ofrecen los competidores, que gane en el rating (lo cual se traduce en auspiciantes más generosos), es que el periodista posee escaso margen de originalidad. Personalmente, considero que lo necesario no es que haya cualquier originalidad, me parece primordial que desde el proceso de selección haya espacio para el tratamiento de acontecimientos positivos, de “cosas buenas” que suceden, y que en el proceso de conversión del hecho en bruto hacia ese producto terminado, el resultante sea lo que popularmente se denomina una “buena noticia”. El lado más “feliz” de la información suele encontrarse exclusivamente en la sección deportiva y de espectáculos, y en algún suceso curioso, simpático e irrelevante, donde raramente se sorprende con un mensaje que no sea banal o que no busque sólo entretener. Además, es una aspiración que va más allá de la implementación o del aumento de las denominadas “notitas color” (nótese, en esta frase hecha del ambiente periodístico, el clásico diminutivo), especie de recreo entre el malestar que genera el tratamiento de tantas noticias “serias”. Éstas últimas son las que predominan y, lamentablemente, no se refieren a las que son tratadas con seriedad si no a las que tornan el rostro serio. Tienen el poder hegemónico las que son capaces de generar indignación, tristeza o temor, que hasta suelen superar a las deportivas y del espectáculo. Continuando con la definición simplista y popular, podemos agruparlas como “malas noticias”. Entonces el periodista enfrenta variados problemas. Creo que implican principalmente a la audiencia. Ya sea porque así ha sido instruida o porque así lo ha elegido (la popular y vulgar frase es siempre clara a la hora de generar polémica: ¿quién tiene la culpa: el chancho o quien le da de comer?), la audiencia elige las noticias que más la mueve emotivamente hacia, como ya fue nombrado, la indignación, la tristeza o el temor, que de manera casi natural desprenden la frase “¡Qué barbaridad!”. Ese comentario fue bautizado por Mariano Lucano, director de Revista Barcelona, como “La Gran Jacobson”, en referencia al periodista conductor del noticiero de Telefé, Jorge Jacobson, que con ese vacío latiguillo suele “opinar” y rematar los informes que ha presentado.

Otro problema relacionado, es el valor noticiable de las “buenas noticias”. Más allá de lo que los editores puedan pensar y disponer, noto que el profesional de prensa debe lidiar con la creencia del grueso de los consumidores de mensajes de que la “mala noticia” es más que la “buena noticia”. Inclusive están quienes a ésta última ni la consideran como tal. Es lógico que esto produzca censura o autocensura en quien debe informar. Pero me pregunto analizando lo cotidiano: ¿Por qué parece más digno de ser transmitido en un noticiero cinco casos de asaltos a personas desconocidas, que enterarse que unos desconocidos vecinos recuperaron un predio abandonado e hicieron un club para chicos de escasos recursos que de otra manera seguirían aprendiendo solo lo que enseña la calle?; ¿Realmente es más productiva la declaración de una madre desconsolada y fuera de sí porque violaron a su hija que la palabra del creador de una nueva biblioteca?. Extendiéndonos hasta el entretenimiento: ¿Aporta más a la sociedad los detalles de la boda de un jugador de fútbol con una vedette que se hizo famosa a través de un video en el que aplica sexo oral, que el record nacional de donación de órganos que tuvo el Incucai el mes pasado?. La respuesta parece muy simple en teoría. En la práctica, el medio de comunicación que elija la segunda opción de cada una de las tres preguntas que acabo de realizar, con seguridad tendrá un rating bajo y será levantado, mientras que el que opte por las primeras, tendrá mejor suerte. Como se suele decir, “Los números mandan” y la ética periodística aplicada en un producto que no es vendible, acaba fracasando.

Sabemos que los medios de comunicación no son simples encargados de mostrar la realidad, sino que son constructores de propios relatos de lo que sucede, creadores de un ente artificial: la actualidad. Esta nunca podrá llegar a ser tan amplia como la realidad, a abarcar todo lo que ocurre en el planeta, pero considero que quienes la difunden tienen el deber de mostrar de una manera menos parcializada. El mundo que exhiben es caótico e insoportable. Si sólo nos guiáramos por lo que muestran los medios, vivir sería en vano. Es necesario que asuman su papel protagónico en la sociedad. Y que los periodistas encarnen esa tarea que debería distar muchísimo de la de cualquier otro trabajador en condición de dependencia. En sus manos está el poder de mostrar ejemplos, crear tendencias y generar esperanzas de mejoras sociales y personales. Es difícil, pero mientras las posiciones en el podio no se invierta si no que se mantengan (primeras las “malas noticias”, junto a las económicas y políticas tratadas de manera superficial o mezcladas con intereses oscuros que nada tienen que ver con la ética periodística; segundas las de espectáculo, deportivas y de curiosidades y terceras las “buenas noticias” y las relevantes en cuanto a lo político y económico tratado en profundidad) todo va a seguir igual. Y como dice una canción de la murga Agarrate Catalina “Si no cambiás algo, no cambia nada”.

Discutiendo sobre el tema central de este ensayo, mi hermano me dijo hace unos meses que sería muy interesante la fundación de un diario que contenga únicamente “buenas noticias”. Mi primera reacción fue reírme y marcar lo improductivo que sería, pero luego me di cuenta de que es una idea tan ridícula como la realidad de varios medios argentinos que se basan en el mismo precepto, pero a la inversa. ¿Por qué no es estúpido consumir los que exclusivamente informan “malas noticias”? Pienso que la respuesta más acertada es la costumbre. Está naturalizado. Y también se mezclan otros factores como la comodidad. Es mucho más sencillo hacernos eco de lo mal que está el país, y mantenernos como estamos, que esforzarnos y ponernos a trabajar por mejorarlo. Desde los medios, los periodistas pueden dar un pequeño envión a la población para motivarla a que además de preocuparse por sus problemas, comience a ocuparse de ellos. El nombre del ensayo intenta dar cuenta de que los comunicadores mediáticos logran aplacar, ¿por qué no podrían provocar el efecto contrario? Los medios no pueden hacer milagros, pero nadie puede ya creer que no son de lo más influyentes en la sociedad. Y nadie puede negar que si el público no los admitiera como son, no cambiarían. Ya que la noticia es una mercancía, en términos económicos podríamos hablar de un cambio en la oferta para generar demanda.

Tal vez la audiencia no tenga esa apertura mental. Quizás esos receptores nunca lo acepten. Si cambia el mensaje pero no hay quien reciba, no existe comunicación posible, pero sería de gran utilidad hacer el intento. No podría ser brusco, de serlo los destinatarios de seguro los rechazarían porque el sentido con el que se emite no puede tener un vuelco total de la noche a la mañana. El cambio tiene que comenzar desde la televisión, por su masividad y para arrastrar al resto de los copiones soportes, y debe ser gradual, así la audiencia permite mensajes con los que vaya descubriendo de a poco lo productivo que sería enterarse de que además de todo lo malo también ocurren una gran cantidad de cosas buenas y sobretodo, que mucho se puede mejorar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Andresitoo!!!!! Me encantó este trabajo que escribiste. Justo hace un tiempo tuve una conversación sobre el tema con mis compañeras. Es genial! Muy interesante... Yo también cuestionaba esto mismo, lo de la cantidad de información que circula en torno a la delincuencia y no así los testimonios de TANTA gente solidaria que existe en el país, que seguramente aún es un número mayor que el de las personas que cometen delitos.
Muy interesante!
Vamos por el diario de Buenas Noticias! Quiero ser tu corresponsal!!!!!!!! jeje!
Un beso grande!
Trilce.