miércoles, 23 de abril de 2008

Sobre la rapiña en los accidentes de tránsito

por Raúl Nicolás Fernández

A nadie parece llamarle la atención que, tras un accidente de tránsito, algunas personas se apropien de las pertenencias de los malogrados conductores. Por lo general, se trata de gente que vive en las inmediaciones del lugar en donde se produjo el choque, aunque no suelen faltar automovilistas que, lejos de solidarizarse con los heridos, les roban todo lo que pueden para luego huir del lugar.

Esto es aún más terrible si se tiene en cuenta que en muchos casos hay víctimas fatales. Alcanza con ver las imágenes de los accidentes que se registraron en los últimos días para darse una idea de lo que ocurre.

Si los camiones vuelcan su carga, ya sea de alimentos, electrodomésticos o pañales, por mencionar algunos ejemplos, es cantado que al rato va a haber en el lugar decenas de personas que, al igual que buitres, tratarán de rapiñar todo lo que puedan. No importa si el conductor murió en el accidente o si hay más muertos desperdigados en la ruta. Lo importante es llevarse algo.

"Los tipos del choque se mataron"."Las mercaderías están aseguradas". "La policía no controla". "Qué le vamos a hacer". "La necesidad tiene cara de hereje".

Todos parecen conformarse con estas sentencias. Las categorías de pensamiento que se suelen manejar en estos casos no dejan lugar a ningún sentimiento humanitario: "Primero lo primero".

Me acuerdo que en Semana Santa, creo que en Sante Fe, aunque para el caso no importa el lugar , un camión volcó sobre un puente y la mayor parte de su carga fue a dar a un arroyo. Llevaba televisores y otros artefactos electrónicos. Recuerdo también que me shockeó ver que instantes después del accidente, en el que murió el conductor, algunos lugareños en botes trataban de "pescar" parte de la carga. Por supuesto que los aparatos quedaron inservibles por la acción del agua. Pero igual se los llevaron, por el sólo hecho de que estaban ahí, tirados, perdiendo su condición de propiedad privada.

Me apena pensar que los argentinos estamos cada vez más insensibles. Ya no nos conmueve nada. Ni siquiera la muerte trágica del otro. Algo debe cambiar. Cualquiera de nosotros puede sufrir un accidente en la ruta.

Si alguna vez me ocurre, y si alguien se acerca a robarme la billetera, el celular o el estéreo, ojalá que, al menos, tenga la delicadeza de llamar a una ambulancia.

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