miércoles, 30 de abril de 2008

"Un salto a la modernidad"

por Raúl Nicolás Fernández

En su discurso de ayer, la señora Presidenta, Cristina Fernández, calificó como "un salto a la modernidad, una cuestión estratégica" a la construcción del "Tren de alta velocidad" (parece que queda mal llamarlo tren bala, suena grasa). Dicho discurso se dio en el marco de la adjudicación de la obra al consorcio Veloxia, liderado por la empresa francesa Alstom.
El gasto total de la obra oscila los 3.500 milones de dólares y, según la Presidenta, "comunicará al 60 por ciento de la población del país" y creará "miles de puestos de trabajo en forma directa e indirecta".
Hace unas horas la Coalición Cívica, con Elisa Carrió como portavoz, denunció irregularidades en la licitación pública, además de que se habrían modificado las cifras del costo de la inversión.
La polémica es grande y parece convenirle al gobierno para ocultar otros asuntos. Muchos "pichis" nos enganchamos en discutir lo que, a esta altura, parece indiscutible. Porque el gobierno hace rato que no somete a discusión pública (creo que no lo hizo nunca) los temas que, en un país democrático, deberían ser tratados por esta vía.
¿Acaso no es evidente que la mayor parte de la sociedad no está de acuerdo con la construcción de este tren?.
Parece contradictorio: este gobierno, tildado muchas veces de populista, últimamente no hace más que tomar medidas impopulares.
La fotografía que acompaña este texto refleja, en forma lapidaria, el estado actual de la mayor parte del sistema ferroviario argentino. Salvo algunas excepciones, los ciudadanos de a pie tienen que viajar día a día en máquinas como las de la imagen.
Amontonados, insultando al mundo cuando se cancelan los servicios, subiendo al siguiente tren que viene más lleno todavía, otra vez amontonados, expuestos al peligro de caerse del estribo, sudando a más no poder en verano, sufriendo el frío en invierno, mojándose dentro de los vagones si llueve, amontonados siempre.
Aún así, los habitantes de la provincia de Buenos Aires tienen la posibilidad de viajar en tren, o en lo que queda de ellos. En la mayoría de las provincias del país, el ferrocarril es un servicio que brilla por su ausencia. Causa indignación comprobar cómo infinidad de pueblos se fueron muriendo de a poco a partir de que el tren dejó de comunicarlos con los centros urbanos. Nuestro país está lleno de pueblos y de vías muertas.
Pero ahora nuestra presidenta está decidida a terminar con tantos años de inequidades, con tantos años de aislamiento y de privilegios para unos pocos. El Tren Bala les dará la posibilidad a los niños desnutridos de Córdoba, a los comegatos de Rosario y a los pibes chorros de Buenos Aires de ser todos uno, de salvar esas distancias (me refiero a la territoriales, no a las sociales) en cuestión de horas, al módico precio de $ 600 el pasaje. Porque este servicio es apto para todo público, o al menos de eso nos quieren convencer. Y ya no hablo de personas sumidas en la indigencia, hablo de trabajadores de clase baja y media baja, que son los que viajan todos los días como ganado. ¿Qué persona en su sano juicio va a pagar semejante suma para recorrer en tren Buenos aires -Córdoba?. Nadie que tenga dos dedos de frente va a dejar de hacer ese trayecto en avión, si es que su bolsillo se lo permite. Sino, se seguirá viajando en micro.
Que quede claro: el Tren Bala no nos sirve a los argentinos, le sirve a un puñado de "empresarios" que busca enriquecerse con nuestro dinero.
Recuerdo un capítulo de Los Simpsons en el que un estafador convence al Alcalde Diamante y a los vecinos de Springfield de construir un monorriel. Este chanta aparece porque el pueblo contaba con una reserva de dinero importante, la cual quería invertir en algo provechoso para todos. La cuestión es que el tren termina siendo un cacharro que, en su inauguración, pierde el control con todos los pasajeros a bordo. Homero, su conductor, logra detenerlo utilizando un ancla improvisada e incrustándola en una donna gigante, réplica de esas que tanto le gustan.
Trasladando esta historia a nuestro presente, la Presidenta,¿sería el alcalde Diamante? Y los vecinos de Springfield, ¿nosotros los argentinos? Esto último no, a nosotros no nos permiten opinar. Tampoco iría lo de invertir el dinero en algo para todos. Al estafador ya sabemos quién o quiénes lo representan. La comparación entre monorriel y Tren bala es obvia. Sólo me queda por saber quién será el que nos rescate del fracaso de este proyecto. Lamentablemente Homero es un dibujo, no cuenta. Aunque, pensándolo mejor, varios funcionarios también están dibujados, como Ricardo Jaime, el Secretario de Transporte. Él podría manejar el tren. Sinceramente, no creo que nos salve.


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