jueves, 10 de abril de 2008

A un año del asesinato del profesor Carlos Fuentealba

por Raúl Nicolás Fernández

El viernes pasado se cumplió el primer aniversario del asesinato del profesor neuquino Carlos Fuentealba. Organizaciones y sindicatos docentes adoptaron, en todo el país, diferentes medidas para no olvidar, pero sobre todo para repudiar, el proceder cobarde de la policía de esa provincia, comandada por el no menos cobarde gobernador de ese entonces, Jorge Sobisch.
Rafael Urretabizkaya, maestro de Neuquén, a días de la tragedia, escribió lo siguiente en “Rutas neuquinas”, un texto que sólo circuló por cadenas de mail (la cursiva indica sus citas a lo largo del artículo):
“…Los caminantes son trabajadores de la educación de Neuquén del sindicato Aten, que van sobre un campo de petróleo a pedir que las escuelas puedan funcionar, a exigir escuela pública en condiciones para todos, a pedir salarios dignos.
La gente que conoce a estos gobernantes tiene dudas de que su reclamo sea escuchado, pero comienzan a entender de a poco todo, incluso la risa y la alegría. Estos trabajadores van riendo y cantando porque tienen razón. Tienen razón.

Merecen que el salario les alcance y caminan sobre la capita de suelo que apenas tapa el petróleo pero no tapa la injusticia.
Como educadores saben que la mejor manera de enseñar es sembrando una pregunta, y ellos todos son una pregunta caminando por el desierto picado de pueblo. Por Cutral Có, del mapuzungún Kitral Có es decir fuego y agua, o petróleo como venga mejor…”.

Pero a pesar de la razón que tenían, y a pesar de haber reclamado primero por las vías formales, los maestros salieron a cortar las rutas. Porque en nuestro país, “en la época del email y los mensajitos por teléfono, para hacer escuchar un reclamo nada ha cambiado. Las injusticias se avisan caminando como en el choconazo, o saliendo a la ruta como en las puebladas”.

Lo demás es historia conocida por todos, orquestada por algunos, justificada por pocos (los gorilas de siempre) y olvidada por ninguno.
La represión policial es un atropello a la libertad de manifestarse y un atentado a la vida en democracia. Más aún cuando se la ejerce sobre los sectores más desprotegidos, más débiles de la sociedad.
¿Quién reprimió a los productores del campo? Nadie. Y así debe ser. Pero, ¿por qué a los docentes? ¿Por qué a los que siempre tienen las de perder?.

“…Cuando hay un crimen hay un criminal, aunque las responsabilidades intenten disolverse entre voces de mando y obediencias debidas. Otra vez."

El oficial Poblete, autor material del crimen, aun no fue juzgado. Del autor intelectual la justicia perece que tampoco quiere ocuparse.

"Che, Sobisch, asesino, cobarde, ¿a cuántos más de nosotros pensás chuntarle un tiro?...”

Algunos medios hablan del hecho refiriéndose a “la muerte del profesor Fuentealba”, ocultando deliberadamente el matiz de significado que encierra el sustantivo “asesinato”. Entonces, para muchos, Fuentealba murió. No lo mataron. Simplemente murió.

“…Esto va a ser así todas las veces, todo el tiempo, siempre. Hasta que haya justicia.

Porque como nos dice Freire, reflexionando sobre la fatalidad: las cosas no son así, están así (y las vamos a cambiar).”

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